por Liss González
A menudo incluimos en nuestras rutinas una serie de hábitos que repetimos de forma casi mecánica sin saber que tienen un significado más allá del que nosotros le damos como usuarios. Sin embargo, a veces, si se abren bien los ojos, se puede aprender más de lo que pensamos.
Una de las simbologías quizá menos conocidas es la del ajedrez, siendo de origen milenario, es toda una lección de vida. Este fantástico juego de estrategia fue creado para el rey de Persia. Lo que no suele ser muy conocido es que algunos maestros orientales empleaban el juego de ajedrez para enseñar, revelando la Sabiduría secreta que se guardaba en su estructura y sus normas de juego. Cuando el Islam comienza a dominar el territorio persa, a mediados del siglo VII, el ajedrez comienza a diseminarse, tal y como nos ha llegado a la actualidad, se juega sobre un tablero cuadrangular, llamado damero, que se divide en 64 cuadrados, 8 filas por 8 columnas. Ya el cuadrado era en sí una forma sagrada, del tipo mágico alquímico de Hermes-Mercurio, que es el iniciador en los misterios. “Se relaciona también con la sefirah, el número ocho del Árbol de la Vida, en la Cabala judía. Su número mágico es 1, por reducción esotérica [8 x 8 = 64; 64 = 6 + 4 = 10; 10 = 1 + 0 = 1], que se asocia con la vuelta al origen, y en el Tarot con el arcano de la Rueda de la Fortuna, la Rueda de Sâmsara para los budistas, anunciador de un nuevo ciclo”. Las piezas se encuentran dispuestas en dos bandos, blancas y negras, entroncando con la teoría de los opuestos, la luz y las tinieblas, el cielo y la tierra, el bien y el mal. De este modo, cada pieza cumple un papel fundamental, no sólo en el juego, sino en la implementación de todo un sistema iniciático sobre el orden social, el significado de las cosas, el ejercicio del poder.
El objetivo aparente de los peones es dual, aunque en ambas opciones subyace la idea de sacrificio: etimológicamente sacro oficio, de forma que volvemos a la idea de que el arte de la guerra es algo sagrado y ritual. Como primera opción está el sacrificio directo en beneficio de las figuras superiores. La segunda opción es alcanzar el lado opuesto del tablero. “El sacrificio del peón es ritual, es como el bodhisattva, o acto de renunciar al nirvana hasta que todos sus semejantes sean liberados”.
El movimiento en L del caballo representa la unidad entre la dualidad de los opuestos, el principio hermético del ritmo. También se relaciona con el dios Poseidón, dios de los caballos, y simboliza el paso de las aguas, el paso de un estado a otro.
El alfil era un príncipe, un adivino o funcionario del rey, que le asesoraba, en función de los lugares y culturas, de ahí su cercana posición a éste en el tablero.
La torre. Su función primordial es delimitar el espacio de juego, ocupando los cuatro lados del tablero con su movimiento. Simbolizan el castillo interior del ser y se convierten en una fortaleza, que protege al Rey del acoso contrario. Por otra parte, si observamos su disposición, encontramos las dos columnas del templo masónico, que no son sino una representación de las dos columnas del Templo de Salomón, las puertas de acceso al camino del conocimiento, auténticos pilares de Sabiduría.
El rey, es la figura principal, el alma del jugador, que trata de aprender a enfrentarse a los peligros de la vida con lealtad a sí mismo y coraje. La paciencia, la experiencia, la soledad y la sabiduría las irá adquiriendo a lo largo del proceso. Esa sabiduría le permitirá distinguir entre la falsa información que nos proporcionan los sentidos y hallar la verdadera naturaleza de las cosas. Esa engañosa imagen, espejo de la realidad, simbolizada en el alter ego de cada pieza hallado en el color contrario.
La reina. Primitivamente, su función de la reina era la del consejero, debido al gran margen de movimiento y acción política que descansaba sobre sus hombros. Hacia el siglo XV, se cambiará dicha figura por el único elemento femenino del tablero, fundamental en cualquier sistema social, de poder o incluso natural: es el Rey desdoblado en mujer. Si el Rey es la energía de la creación, el poder y la energía en esencia, la reina es la única con capacidad para expandir y transformar ese torrente de fuerza en vida.
Simbolismo en estado puro que nos invita a plantearnos si no habrá que ser prudentes a la hora de decir que el esoterismo, el misterio y lo oculto no forman parte de nuestras vidas: muchas cosas que consideramos cotidianas tienen un significado que a menudo va más allá de lo que creemos.
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