por Liss González
El rito de descalzarse o desnudar los pies al aproximarse a un lugar sagrado, se deriva de la palabra latina “discalceare”, quitarse el calzado.
Según el párrafo del Éxodo, en que el Ángel del Señor dice al patriarca desde la zarza ardiente: “No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás tierra santa es” (Éxodo III-5), no sólo se ve que este rito estaba muy extendido, en tiempos de Moisés, sino que también se comprendía bien su significación simbólica.
Se cree que las naciones orientales derivaron de este mandato la costumbre de realizar su culto religioso con los pies descalzos; pero lo más probable es que esta ceremonia se empleara mucho tiempo antes del episodio de la zarza, y que la tradición judía la conociera ya como signo de reverencia.
Se cree que la costumbre se derivó de los antiguos patriarcas, transmitiendo la tradición de generación en generación. Existen abundantes pruebas en los autores antiguos de la existencia de esta costumbre entre las naciones gentiles y judía. Por ejemplo, los mahometanos se dejan las babuchas a las puertas de las mezquitas. Los druidas practicaban la misma costumbre siempre que celebraban sus ritos, y se dice que los antiguos peruanos dejaban su calzado en el pórtico cuando entraban en el magnífico templo consagrado al culto del sol. La costumbre de rendir culto a Dios con los pies descalzos estaba tan extendida en todas las naciones de la antigüedad, que puede considerarse como una de las pruebas de que la raza humana entera procede de un tronco común.
Este rito se puede explicar con la siguiente teoría: Los zapatos, sandalias o babuchas se llevaban para proteger los pies contra la suciedad de la tierra. Continuar llevándolos en un lugar consagrado sería aceptar que éste también estaba manchado y podía contaminar. Pero, como el carácter del lugar sagrado excluye la idea de impureza, era preciso manifestarlo descalzándose y limpiándose los pies siempre que se entraba en él.
Por ejemplo, nos descubrimos la cabeza para expresar el sentimiento de estimación y respeto. Pues bien, antiguamente, el casco o yelmo protegía la cabeza contra los ataques de enemigos; pero no se podía temer a quien se estimaba y respetaba. Por eso el descubrirse la cabeza significaba ilimitada confianza en la persona a quien se saludaba así.
Por lo tanto, el rito de descalzarse, es un símbolo de reverencia y significa, según el lenguaje del simbolismo, que el lugar a que uno se aproxima tan humilde y reverentemente está consagrado a un santo propósito. También se dice que así puede fluir mejor la captación de la energía de la madre tierra.
Se puede concluir que el motivo por el cual se descalza uno en las situaciones en que quiere conectarse con los planos espirituales, ya sea en una mezquita, en una meditación o en un curso, es para indicar a las Entidades Superiores que no somos nada, que no tenemos propiedad ni ego que reivindicar, que somos “mansos de corazón“ y que mostramos esa humildad en el hecho de descalzarnos.
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