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Reflexiones

por Sandra Oseguera


El responsable de tus enfados eres tú, pues aunque el otro haya provocado el conflicto, el apego y no el conflicto es lo que te hace sufrir.


Es el miedo a la imagen que el otro haya podido hacer de ti, miedo a perder su amor, miedo a tener que reconocer que es una imagen la que dices amar, y miedo a que la imagen de ti, la que tú sueñas que él tenga de ti, se rompa. Todo miedo no es algo innato sino aprendido.


Si lo comprendes todo, lo perdonas todo. Y sólo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar.


Los hombres buscan y huyen de muchas cosas, y no entienden que, tanto lo que buscan fuera como aquello de lo que huyen, está dentro.


Cámbiate a ti mismo. Cuando cambies, las personas cambiarán.


El problema no está del todo en ellas, sino en la forma en que interaccionas con ellas. Sólo el día en que no nos importe lo que piensen de nosotros las personas, comenzaremos a saber amarlas como son y darles la respuesta adecuada. El día en que cambies, cambiarán todas las personas para ti, y cambiará tu presente. Entonces vivirás en un mundo de amor. No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Sólo ese terno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable. Si a veces dices sí por no desilusionar a la gente, eso no es amor, es cobardía. Un gran ejercicio para el amor es saber decir no.


Percibe qué fascinante es estar sin un solo amigo o consejero con quien contar. Cuando ves la torpeza de los otros para ayudarte, descubres el Reino dentro de ti.


Piensa en alguna temporada en que te sentiste rechazado, desatendido o humillado. A ver si consigues comprender la situación con realismo, y puedes descubrir que, si tú no te dieras por ofendido, no existiría rechazo, ni humillación alguna. El vacío que llevamos dentro hace que tengamos miedo. Pero ese vacío se llena sólo con la realidad. Y cuando estás en la realidad ya no echas de menos nada, ni a nadie. Te verás libre y lleno de felicidad, como las aves.


El único demonio es la inconsciencia, que es la torpeza, la ignorancia o el fracaso en ver la vida como realmente es, entender a las personas como son y aceptar a los otros sin miedo. Mirar la vida más por medio de sistemas de creencia que con el corazón, ojos y pensamiento, he ahí el mal del mundo: la inconsciencia.


Fuente: Anthony De Mello.

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