por Sandra Oseguera
La muerte no termina ni inicia algo, sólo es parte de un todo que se desarrolla eternamente, entonces, ¿por qué llorar o sufrir? No hay nada que temer, y si hubiese algo que temer, sería a nuestras limitaciones: a nuestra pereza, a nuestra soberbia, a nuestra ira, a nuestra avaricia, a nuestro odio, a nuestra gula, a la mismísima lujuria que carcome hasta a las mentes más puras; nuestros verdaderos verdugos, que son en realidad nuestros defectos es a quienes hay que darles muerte, pues estos son quienes nos tienen en un estado podrido y deteriorado, es hora de revelarnos contra ellos, de enfrentarlos, de dominarlos, de vencerlos.
Fuente: Cevallos, Henry. "El sabio moderno".
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