por Liss González
La fraternidad que llegamos a practicar con todos los Hermanos debe ser sincera, en busca del bienestar entre todos, profesando los esfuerzos y recursos que tienen que estar dedicados al progreso y felicidad de la especie humana; sin distinción de raza, sexo ni religión, para poder alcanzar la elevación del espíritu y la tranquilidad de conciencia. Ya que de esta forma podemos contribuir a la transformación de nuestro ser, y a la vez realizamos un aporte para el bien de nuestro Universo; de esto se trata la Filantropía.
La palabra filantropía, según se ha aceptado de forma generalizada, fue acuñada en el siglo IV a. C. en la obra griega “Prometeo encadenado” probablemente escrita por Esquilo. En el principio de la obra, el autor relata un mito, en el que describe criaturas primitivas que habían sido creadas por Zeus para evolucionar en humanos, éstas carecían de conocimiento, y de habilidad, de cualquier clase, en síntesis; no tenían rasgo alguno de cultura, vivían en cuevas y en la oscuridad, eran ociosos y débiles, lo que les ocasionaba un miedo constante y les impedía liberarse de la esclavitud y de las cadenas imaginarias que sin querer, ellos mismos se habían impuesto.
Este hecho era una vergüenza para Zeus y le causaba enorme dolor, así que cansado de esperar para que sus creaciones evolucionaran, decidió destruirlas. La decisión, llegó a oídos de Prometeo, un titán cuyo nombre en griego antiguo significa “previsión”, inspirado por la philanthropos tropos, o lo que es lo mismo, amor puro a la humanidad, salvó a esos seres primitivos del exterminio de Zeus, dándoles dos regalos: uno, el fuego sagrado, que había hurtado del Olimpo, y que representaba el conocimiento, las habilidades, la tecnología, las artes y la ciencia; y el otro, la esperanza ciega, es decir, el optimismo que tenemos todos cuando creemos que las cosas pueden estar mejor si nos esforzamos por alcanzarlas.
Prometeo no resolvió los problemas de esos seres, tampoco les entregó paquetes de ayuda humanitaria, sino que les dio los elementos necesarios para que pudieran salvarse por sí mismos. En otras palabras, el Titán despertó las fuerzas que dormían escondidas en cada uno de ellos y una vez que esos seres adquirieron conciencia de su potencial humano, ejercieron su libre albedrío y gozaron de la dignidad personal.
No cabe duda de que proponerse ser filántropo es una buena intención. Pero la cuestión radica en ver si hay algo más que una buena intención. Las éticas basadas en la pura buena intención siempre han fracasado, precisamente por presuponer que una buena intención es suficiente para mover al hombre hacia el bien. ¡Demasiado fácil!, la realidad es que siendo indudablemente la intención un elemento imprescindible, necesita ser completada por el hábito adquirido, por la virtud. El problema es que esa adquisición es ardua, cuesta esfuerzo, no resulta en la práctica compatible con una vida cómoda o fácil. De ahí que siempre haya sido tentador recurrir a una moral de buenas intenciones cuando el estilo de vida que se quiere sea aburguesado o placentero. Es una manera de engañarse, incluso ante la evidencia de un mal comportamiento: “pero la intención era buena”, “no podemos juzgar las intenciones”.
La filantropía, tiene por objeto encender una luz interior que mueva a hacer bien a la humanidad. Aunque es difícil identificar los actos de filantropía que se han realizado, tomemos como muestra lo que hizo Henry Dunant, que fue creador de la Cruz Roja.
La filantropía consiste en la comprensión profunda del sufrimiento y necesidades de otros seres humanos y el deseo de aliviar ese sufrimiento o necesidades, dándoles los medios o las herramientas necesarias. La ayuda que brindemos tiene que dar resultados significativos, sin fomentar la holgazanería y la dejadez, a un costo razonable. Hay muchos ejemplos de buenas intenciones que no tuvieron resultados óptimos o que los tuvieron a un costo altísimo.
La filantropía es una cualidad que abarca muchas virtudes, entre éstas: la caridad, la misericordia, la compasión, la generosidad, la tolerancia, el respeto a la vida, la libertad, el respeto a la búsqueda de la felicidad y otras más, todas sustentadas en el amor a otros seres humanos. Ser filántropo no consiste en dar mucho, sino en dar exactamente lo necesario en el momento apropiado. Un filántropo, debe respetar el espacio de aquel ser humano que tiene fe en sus ideales y voluntad para realizarlos.
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