por Oscar
Muchos de los problemas y complicaciones que los seres humanos tenemos en la vida, están rodeados por lo general de un entorno muy ruidoso.
Es lógico que esto se dé principalmente en las ciudades, donde esa bulla nos acompaña la mayor parte del día entre el ruido de la calle, los medios de comunicación, la familia, el ámbito laboral, etc.
Ese ruido mortificante que a diario nos acompaña y que por lo general se minimiza cuando vamos a dormir, pero toda la turbulencia del día ya ha dañado nuestra tranquilidad. La mente solo busca el alivio, no hay lugar ya por lo general para que la consciencia aprecie el valor de un concepto tan importante para el ser humano como lo es el silencia. Ya en la hora del sueño, lo que importa para la gente es entrar en ese estado onírico que nos da el descanso al cuerpo y la mente.
El silencio consciente tiene un gran valor, el silencio aplaca nuestras inquietudes, acaba de golpe con las discusiones innecesarias, evita que como bola de nieve crezcan los conflictos. Es muchas veces la solución a verdaderos dramas.
Guardar silencio, aplaca tu ira, te tranquiliza, esclarece tu mente y enfocas con más lucidez las consecuencias de cada uno de tus actos. El silencio es el elemento fundamental para que la mente analice los problemas y busque la solución a ellos. Es por eso que se puede decir que el silencio es el principio fundamental de la meditación.
De la práctica de ese silencio se puede llegar también a obtener algo fundamental para ser felices: es el acceso a nuestro yo interior, allí donde está contenido lo más esencial de nosotros, lo más puro y creativo de nuestro ser; a ese Yo Superior que muchos llaman “alma” y que sólo se puede llegar a través de esa mente consciente silenciosa dispuesta a atenuar los efectos de la turbulencia cotidiana.
Para aprender el valor del silencio, se debe erradicar ese acostumbramiento al ruido. Se sabe que no es una tarea fácil, es una cuestión de cambio de hábitos, de estudio y perseverancia, pero es una labor necesaria para hallar la tranquilidad.
El silencio además junto al tiempo es una excelente cura para las heridas del alma. Allí donde ese sufrimiento parece interminable, el silencio prepara el camino para la reflexión, el análisis inteligente y el enfoque correcto para una vida con paz mental.
El silencio no es sinónimo de debilidad, sino de sabiduría, una a la cual hay que estar preparado…como todo el silencio, tiene sus limitaciones que pueden llegar a ser un arma de doble filo ante las circunstancias que emiten las injusticias y un peligro letal ante la mente comprimida por el ruido.
Nota: En la vida no todo se dice…pero tampoco todo se calla.
“Disfruta la armonía del sonido y goza de la tranquilidad sin olvidar el principio de la sabiduría; actitud y dualidad”.
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