por Sandra Oseguera
El ahorro
Frente al monasterio se instaló un mercader. Puso en una mesa un montón de cubos con filamentos y proclamó: “¡hoy, gran barata de gragrofos! ¡Compre uno antes de que se acaben! Un monje dejó de rezar y corrió hacia el vendedor. ¿Cuánto cuestan? “Cien pesos”. Lástima, tengo sólo ochenta. ¡No importa le rebajo los veinte que le faltan…! El religioso compró su gragrofo y dando bailoteos fue a mostrarlo al padre superior. “¡Hermano ahorré veinte pesos!” el viejo lo miró con piedad: “¡no! ¡Perdiste ochenta, porque los gragrofos no sirven para nada!”
-Cuántas veces en nuestra vida creemos que ahorramos, consumidores ciegos, llenamos nuestros hogares de basura.
La vendedora de lámparas y narices
En aquella ciudad ninguna casa tenía ventanas. Las habitaciones eran cubos negros. No se conocía la luz. En las calles corrían ríos de tinieblas porque la atmósfera contaminada formaba un escudo impenetrable a las caricias del sol. Los habitantes de ese mundo no tenían nariz. Sintiéndose felices, habitaban en la sombra, sólo preocupados de trabajar para llenar su estómago y satisfacer sus deseos sexuales...
Un buen día apareció una anciana que gritaba: ¡Vendo una lámpara y una nariz!” Un ciudadano que por allí pasaba se sintió atraído hacia la extraña mujer: sus ojos relumbraban en la negrura como dos luciérnagas. Compró la lámpara y la nariz. Cuando quiso pagar, la anciana se negó a recibir el dinero. El hombre regresó rápidamente al cubículo. Apenas cerró la puerta, un insoportable olor se le metió por las fosas nasales para zaherir su cerebro. Encendió la lámpara. Lo que él creía una pieza hermosa, limpia, tranquila, era un nido de arañas, basura, alimentos podridos, muebles apolillados, capas de grasa, excrementos de rata. ¡No pudo permanecer en ese asqueroso lugar! Recorrió las calles hasta encontrar a la vieja. “Bruja, ¿qué hizo con mi elegante mansión? Antes yo vivía bien, como todo el mundo, pero apenas me puse su nariz y encendí la lámpara, esos dos objetos cambiaron mi mundo. ¿Por qué tanta maldad?” La señora respondió: ¡Tu mundo no fue cambiado: es así! Antes no te dabas cuenta y creías estar bien en un sitio que tarde o temprano te hubiera destruido. Cuando se adquieren nuevos órganos y se hace la luz, sufrimos porque nos vemos como somos realmente y no como imaginamos ser. Ahora que sabes cuál es tu realidad, debes abrir ventanas, matar parásitos, limpiar paredes, desinfectar el lugar y serás feliz. ¡Entonces dale la lámpara y la nariz a otro ciudadano, como lo hice yo!
*Al leer este cuento pensé que un buen nombre sería: “el despertar de la conciencia”, el personaje atraviesa un proceso parecido metafóricamente hablando, en el que hay que limpiar viejas creencias, ideas, costumbres, hábitos, que alguna manera llenan de mugre nuestra mente, duele, pero libera y brinda felicidad, aprovechemos la lámpara y la nariz.
Bibliografía: La vida es un cuento. Alejandro Jodorowsky
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