por Héctor Martínez
Este mes ha sido trascendental para mí, he llegado a la edad de 49 años, 7 x 7, 4+9=13, siete ciclos de siete años, 13 el número de la muerte y del renacimiento.
En este día de mi renacimiento; De mi libre y espontánea voluntad, conscientemente y en conocimiento de una base sólida de la vida, del bien y del mal, decido desprenderme del último vestigio de personalidad egóica, para poder encarnar al Maestro que habita en mí, y así servir a mis semejantes en todo momento de mi vida.
Quiero compartir algunas de las enseñanzas que la vida me ha otorgado y que han sido muy relevantes para mí.
Aprendí que si quiero realizar mis proyectos, planes o sueños me tengo que desprender de la necesidad de quedar bien con los demás, dejar de depender de su aprobación y sobretodo que no me debe de importar lo que digan, tomando en cuenta que mis dudas y temores es lo que me lleva a pedir su opinión y aprobación, que en todo ser humano existe el celo, la envidia, el rencor y el resentimiento.
Aprendí que si pongo toda mi inteligencia, sabiduría, amor, entrega, dedicación y humildad lo más probable es que logre todo lo que me proponga, y que lo sabio es conocer mis limitaciones, alcances y temores.
Aprendí que desprenderse, desapegarse, dejar ir, es de suma importancia, al igual que dejar llegar, dejar fluir y tomar las oportunidades y obsequios que se presenten con gratitud.
Entiendo que mi cuerpo físico es el vehículo de la conciencia, y que no me pertenece, así que tengo la obligación de conservarlo lo mejor que pueda, dándole su mantenimiento por medio de ejercicio y una alimentación sabia y saludable, y que no tengo porque tatuar ni modificar innecesariamente algo que no es mío.
Que las cosas no hay que decirlas, hay que hacerlas, y que decir es muy fácil, hacer no lo es.
Que tengo una sola vida, y por tanto es una sola oportunidad de llegar al máximo de desarrollo personal, espiritual y evolutivo.
Que lo único que puedo dejar en este breve espacio de tiempo llamado vida es lo que yo decida, si es que tomo esa responsabilidad.
Que tengo que respetar el proceso personal de cada uno de mis semejantes, no forzando, empujando, jalando ni reprobando a nadie.
Que la mejor forma de enseñar es inspirando con mi ejemplo a los demás.
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